Pensar el arte: Una y tres sillas, de Joseph Kosuth


  

One and three chairs. (Una y tres sillas), 1965, Joseph Kosuth. Silla plegable de madera, foto de una silla, fotografía ampliada de la definición que ofrece el diccionario de la palabra “chair”, o silla. MoMA, Museo de arte moderno de Nueva York.

One and three chairs. (Una y tres sillas), 1965,
Joseph Kosuth. Silla plegable de madera, foto de una silla, fotografía ampliada de la definición que ofrece el diccionario de la palabra “chair”, o silla.
MoMA, Museo de arte moderno de Nueva York.

 

Ensayo de Krislia Grimán acerca de la obra Una y tres sillas, del artista estadounidense Joseph Kosuth.

Por Krislia Grimán 

Cuando uno ve obras como Una y tres sillas, de Joseph Kosuth (1945) no hace sino preguntarse qué es el arte, quién es el artista, qué es lo que debe hacer, y hasta dónde todo puede entrar al terreno de lo artístico. Asistimos así a un trabajo autorreflexivo cuyo centro de atención no es el objeto allí representado. El foco está en el arte mismo.

   Tiempo atrás, Marcel Duchamp (1887-1968) cuestionaba estas figuras de autoridad al decir que realmente eran los espectadores quienes hacían los cuadros. Se refería, así, a la facultad que tenía el público para armar las obras mediante sus sentidos y para captarlas con su intelecto. Precisamente, el trabajo de Kosuth que nos ocupa, busca en primera instancia ser visto, pero, en un segundo momento, demanda que lo decodifiquen, que lo piensen, que resuelvan las interrogantes que suscita.

   Entre el océano de pensamientos e interpretaciones posibles que esta obra puede suscitar, surge una lectura paralela entre Kosuth, Marcel Duchamp y Ferdinand de Saussure. Comparación que pretende hacer exactamente lo que una obra como Una y tres sillas logra: unir lo artístico con lo lingüístico, juntar los objetos con las palabras, articular la imagen con el discurso.

   Ver la silla como objeto hace que irremisiblemente pensemos en Duchamp. La referencia se produce debido a que la obra de Kosuth remite a la descontextualización de “cosas”, que tanto desarrollara aquel durante los años 1913 y 1921 con sus ready-made o ‘ya hechos’. Duchamp (citado en Calzadilla, 2010) los define de la siguiente manera en Marcel Duchamp concentrado:

El mayor problema era la selección. Era necesario que yo escogiera un objeto sin que éste me impresionara, un objeto lo más alejado posible del placer estético y sin la menor intervención de una idea o sugestión. Era necesario reducir mi propio gusto a cero. Es muy difícil seleccionar un objeto que no tiene absolutamente ningún interés para nosotros, no solamente el día en que se le seleccionó, sino para siempre. Un objeto que, por efecto de esta selección no pudiera ser jamás bello, hermoso, agradable o feo… (p. 48)

   De tal manera, desde el mismo título que le otorga a sus producciones, Duchamp reconoce que lo que muestra al espectador es un objeto. Así fue como hizo que una “cosa” anodina — como el urinario o Fuente (1917)— se convirtiera en arte. Anulada la distancia entre lo utilitario y las obras, Duchamp abrió el camino que creadores como Kosuth siguieron, sobre todo en un trabajo como Una y tres sillas, en el que se descontextualiza el objeto y se convierte en algo artístico que anula su función común, por ende, esta ya no es una silla para sentarse sino para contemplarla con la mirada.

   Kosuth, cual lo hiciera Duchamp otrora, nos invita a posar la mirada en un objeto que en la vida cotidiana utilizamos de manera automática sin ponernos a reflexionar sobre sus cualidades o utilidad pues las cosas están hechas para ser usadas, no para pensar sobre ellas. Pero los artistas son antes que nada observadores y para ellos cualquier cosa o circunstancia pueden ser el ápice de una obra de arte. Ellos no desestiman ni escatiman materiales, anécdotas u objetos. Pareciera entonces que “todo vale”. Aunque para los espectadores esto no funciona de igual manera, pues al público le aturde que le muevan las bases, la tradición y la convención. La vida es vida y el arte, arte. Son precisamente estos términos los que se funden en obras como las de Duchamp o las de Kosuth, pues lo que se utiliza en el diario vivir se lleva al arte y se anulan así las distancias.

   Si hay una clara y evidente referencia a Marcel Duchamp en esta obra, hay también que decir que Kosuth no se limita o detiene en la mera descontextualización de objetos. Él va más allá pues le adhiere otros elementos a la “cosa” que saca de su lugar de pertenencia. A la silla, le adiciona su copia fotográfica y, lo más importante, le adhiere el lenguaje lexicográfico al extraer la palabra silla o ‘chair‘ del diccionario Webster. Es así como la nombrada obra de Kosuth representa todo un planteamiento de naturaleza lingüística que puede relacionarse también con los postulados de Ferdinand de Saussure recogidos en el Curso de lingüística general, publicado en 1916.

   La silla no apela a lo táctil sino a lo visual. Su función ha sido redimensionada por el hecho de ser colocada en una sala de museo donde, además, se ubica pegada a la pared en posición de inmovilidad, sin la pretensión de que la usen. En tal sentido, un asiento que ha extraviado su función tradicional podría pasar por inútil. Pero la intención de este objeto es revelarse como algo artístico. Por lo tanto, hay una redimensión de la noción canónica de la ‘silla’. Concepción, esta, que irá en contra del siguiente planteamiento de Saussure (1990), recogido en el Curso de lingüística general: “No está en manos del individuo cambiar nada en un signo una vez establecido éste en un grupo lingüístico…”. (p. 106). Kosuth va, entonces, a trastocar nada más y nada menos que la función —o más bien significado— que esa silla habrá de tener desde el mismo momento en el que la dispone en una sala de museo.

   En Una y tres sillas se revelan el signo, el significado, el significante y el referente. Estos dos últimos se encuentran dispuestos, a nivel museográfico, a la misma altura. Y, en conjunto con la silla-objeto, conforman una estructura cíclica —pues cada uno de ellos remite al otro— de la siguiente manera:

 Gráfico

   Esta estructura cíclica permite establecer también un proceso comunicativo ya que cuando decimos palabras, las asociamos con una imagen. Sin ella y sin el significado de la misma, no entenderíamos de qué nos hablan, no habría proceso comunicativo. La obra de Kosuth se muestra así como un conglomerado de objeto —ente material—con ideas o palabras, e imagen —aspectos inmateriales e intangibles de la obra—.

   Tenemos, pues, una silla como objeto, que sería la cosa en sí misma, descontextualizada —tal cual lo hemos referido líneas arriba—. Adicionalmente, observamos el significante o la palabra silla —escrita en inglés: ‘chair‘. Esto constituye la incorporación de un discurso ajeno a lo artístico, pues la definición del diccionario pertenece al terreno lexicográfico per se, pero cuando este cúmulo de significados se exhibe en un museo, se está produciendo otra descontextualización ya que la noción se saca de su lugar de origen, del orden propio del diccionario, se aísla y se muestra en conjunto con la cosa que designa y con el referente. Se coloca la definición, entonces, con lo que la cosa es. Por asuntos como estos es como si asistiéramos a ver en la obra de Kosuth un planteamiento parecido al que hiciera Saussure (1990):

El signo lingüístico une no una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica. Esta última no es el sonido material, cosa puramente física sino la psíquica de ese sonido, la representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos. (op. cit. p. 102)

   Kosuth no es un artesano en el sentido prístino de esta palabra; es más bien propulsor, a través de la obra, de sus ideas. Es un artista conceptual porque su trabajo está colmado de signos. El pensamiento que emana de Una y tres sillas importa más que lo que ella exhibe. En una entrevista que sostuviera con María Elena Ramos (1998), recogida en Intervenciones en el espacio, Kosuth dice que: “(…) un artista crea significado, y ese significado conforma el material de la obra. El lenguaje viene a ser; de esta manera, un sistema de elementos arbitrarios que uno utiliza con el objeto de dar sentido a un “todo” sistemático”. (p. 176)

   En tal sentido, el concepto de silla no es algo que esté dado de manera definitiva sino que puede cambiar. Kosuth coloca la definición que el diccionario proporciona de la palabra silla —o, en este caso, ‘chair‘— para acto seguido abolirla, pues este ya no será un asiento sino que el artista lo inutilizará y al mostrarlo para su contemplación, le dará la nueva acepción de obra de arte.

   Esto significa que una “cosa” cobra significación según el uso que le demos. Al ser así, podríamos preguntarnos a partir de la obra de Kosuth: ¿quién dice lo que es una silla? ¿El diccionario, la convención, lo establecido? Es el artista quien anula el significado que él mismo ha colgado en la pared. ¿Es que acaso el diccionario solo sirve para abolirlo, para mostrar que los significados no son tan limitados como pareciera? La definición que ofrece el Webster es cerrada en contraposición con Una y tres sillas, trabajo que se muestra abierto e ilimitado en su significación. Es por ello que los espectadores son quienes hacen las obras, quienes las arman. Se conforma así la multiplicidad de lecturas posibles.

   Pero no cambia únicamente el significado de la palabra sino que también Kosuth demuestra que su obra no está supeditada a un objeto en específico. Esto lo hace al elaborar el mismo planteamiento de Una y tres sillas, pero en vez de usar dicho objeto, lo cambia por una lámpara o un martillo. Incluso, se han visto otras versiones de Una y tres sillas con un diseño distinto al de la silla principal de esta obra. Lo que quiere decir que Kosuth, aunque las elaborara con diversos materiales o formas, mantenía el concepto de lo que él quería expresar. No importa el material, interesa el pensamiento. Ello significa que la fórmula del objeto, la definición del diccionario y el referente fotográfico también pueden funcionar si se realizan con otras “cosas”, pues la enunciación teórica de este trabajo artístico es más fuerte que su materialidad.

   Por otro lado, Kosuth no cita quién es el autor ni de la silla, ni de la imagen, ni a qué casa editorial pertenece el diccionario. Él se apropia tanto de los objetos, del referente como del significado y los hace suyos, o mejor, los hace pasar como suyos. Su obra radica no solo en apropiarse de objetos y discursos ajenos, sino en reunirlos a todos en un mismo sitio y con eso hacer una obra de arte para que nos preguntemos: ¿qué es una silla? ¿El objeto, la palabra, la definición, o la imagen de la silla? Cada uno y todos ellos, pues indivisiblemente nos hacen pensarla como objeto en el que nos sentamos. Todos estos aspectos están en perpetua comunicación y cuando nosotros hablamos, nos entendemos si sabemos lo que una cosa es, es decir, si sabemos su significado.

   Como último elemento del proceso lingüístico y artístico —según lo plantea la obra de Kosuth— tenemos al referente fotográfico y visual. El artista plantea la silla como imagen, como duplicación del objeto original, pero esta vez ya no de manera objetual o tangible sino  como algo que solo podemos ver como un agregado. La foto de la silla no es la silla pero el objeto lo tenemos más abajo y el artista nos lo presenta tal cual es. Se cumple así una trinidad compuesta por la “cosa”, la referencia y la definición. Signo, significado, significante e imagen aparecen en una obra de arte que demanda tanto el oficio de ver como el de pensar.

   Todo en la obra es un acto de representación —se trata de eso—, de algo que es inmaterial y que tiene muchas formas de manifestarse: la idea de la silla. Se trata de un intento por aproximarse a la totalidad de un concepto mediante una multiplicidad de representaciones.

Joseph Kosuth

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Calzadilla, J. (Comp.) (2010). Marcel Duchamp Concentrado. (J. Calzadilla, Trad.). Venezuela: El perro y la rana.

Kosuth, J. (1965). One and Three Chairs. [Instalación]. Nueva York: Museo de arte Moderno de Nueva York. Disponible: http://www.moma.org/collection/object.php?object_id=81435 [Consulta: 2013, julio 24].

Ramos, M. (1998). Intervenciones en el espacio. (M. López y  D. Guevara Trad.). Caracas: Fundación Museo de Bellas Artes.

Saussure, F. (1990). Curso de  lingüística general. (20ª. ed.). (A. Alonso, Trad.). Buenos Aires: Losada.

 

Acerca de Krislia Grimán

Caracas (1988). Licenciada en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello. Ha cursado diversos estudios en artes, entre los que destaca la realización del Diplomado Avanzado en Historia del Arte Occidental en el CELAUP-UNIMET. También realizó el Diplomado en Edición dictado por Cavelibro y la UCV. Es coautora del libro de Educación Artística para Segundo Año, publicado por la Editorial Santillana en Venezuela. Igualmente, ha ejercido como docente de educación media, en las áreas de Castellano y Literatura. Actualmente cursa la maestría en Artes Plásticas: historia y teoría en la Universidad Central de Venezuela.
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3 respuestas a Pensar el arte: Una y tres sillas, de Joseph Kosuth

  1. Sileny Vega dijo:

    Me atrevería a apostar, y sería relativamente fácil de corroborarlo, que más de setenta años después, esta obra de Kosuth sigue sin ser entendida como arte, por la mayoría de personas que visitan el museo. No sé si el autor ya era famoso para cuando su obra logró entrar al museo y quedarse, me inclino a pensar que si. Pero la mera legitimación del Museo no volvería arte a esta pieza que requeriría una charla completa a cada espectador para que este pudiera comprender la intención del autor. Dudo que la curiosidad que pueda despertar esta obra haga al visitante común aguantarse la charla. Así es que también dudo que sea el espectador quien arme y haga la obra. Si la pretensión del movimiento conceptualista hubiese sido eliminar el elitismo en el arte, podría asegurarse que falló rotundamente, al menos con esta obra de Kosuth. Sería el elitismo que representa el artista el que lleva su obra al museo, y el elitismo que representa el museo el que lo legitima. El visitante o espectador, queda fuera de la fórmula, más excluido que nunca. Sin embargo se podría esperar que ese mismo visitante, aún sin ninguna formación artística vibre ante verdaderas obras de arte presentes en el museo, que despierten su curiosidad y hasta lo emocionen. No pongo en duda que esta obra conduzca a un análisis interesante entre intelectuales, que mueva a planteamientos filosóficos y lingüísticos, con participación incluso de las ciencias cognitivas, pero arte no me parece que es.

  2. Paloma Rodolfo dijo:

    Muy buen contenido!! Felicitaciones

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